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Velorios en Cartagena
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En la casa de las elites, continua contando Don Antonio de Ulloa, se hacían los duelos con mucha ´´grandeza y señorío´´. En el salón principal se colocaba un féretro suntuoso. Las plañideras, que eran las mujeres de baja esfera, llegaban vestidas de negro, y tenían la costumbre de llorar al muerto durante toda la noche. La costumbre era, que entre gritos arrebatados y sollozos, recitar todas las cosas buenas y malas que había vivido el difunto. Lo hacían de una manera tan detallada y ´´sin mudar de tono y desapacibilidad´´ que más se parecía a una confesión general. Se plañía por turnos y cuando se cansaba el primer grupo, les tenían una mesita con una botija de aguardiente y vino.

(De ahí no vendrá el famosos: ´´Aguardiente y vino para Marcelino… que cantábamos para ángeles somos?).


Cuando terminaban las plañideras, les tocaba el turno a las esclavas y después a ´´las familiares de la casa´´ hasta que amanecía.
Después del entierro la puerta de la casa permanecía abierta durante nueve días con sus noches, para recibir el pésame. Los familiares y amigos de la familia debían permanecer todas las noches, acompañando a los dolientes, hasta la salida del sol.
 

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Asesoria de proyectos: Culturales, museológicos y archivísticos.

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